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somos algo más...

La libertad y la independencia son una lucha continua; una lucha contra la tentación de caer, tanto en la atrayente pereza de pensamiento, como en el autoengaño. En una sociedad en que las personas somos tratadas como partes de un mercado; en que las personas somos lo que tenemos y, sobre todo, lo que queremos tener; es difícil desoir las distracciones que la industria del entretenimiento nos ofrece. Fijémonos en la misma palabra: entretenimiento. Al contrario de lo que se piensa, no creo que el ocio sea una consecuencia de la sociedad del bienestar, no creo que el entretenimiento sea una recompensa a la evolución económica y organizativa de nuestra sociedad, sino un mecanismo indispensable para preservar el orden establecido.
Preguntémonos que ocurriría si el hombre actual no tuviese la "impuesta" necesidad de llenar su aburrimiento existencial consumiendo( tanto ocio como productos). Seguramente, la gente comenzaría a aprender cosas, a concentrarse, a reflexionar, a crecer espiritualmente, y no sólo socialmente, a sentirse independiente de las corrientes creadas por el marketing, a distinguir entre las verdades y las mentiras, a valorarse como ser pensante y no como ser consumista, a encontrar absurdos los ídolos y prosaicos la gran mayoría de espectáculos( que tratan de confundirse con el arte)y, lo más peligroso para los grupos de interés, a entrever los delgados hilos que mueven nuestra sociedad y a relacionar intereses.
Tanto han evolucionado los mecanismos de persuasión y convicción que los medios de comunicación utilizan para desdibujar y manipular la realidad, que existe muy poca gente realmente consciente de su contexto. Aunque se intuya la mentira en todo, seguimos necesitando mantener algunos aspectos de nuestro autoengaño, por miedo a resultar, como producto, demasiado distintos para competir en este mercado en que se ha convertido el juego social. Tenemos pánico a nuestra absoluta independencia intelectual. Creemos que nos vamos a perder a nosotros mismos si nos volvemos excepticos con todo lo que nos rodea, y eso ocurre porque en nuestro sistema, el hombre busca su identidad en las cosas que le envuelven. Tenemos mínima confianza en la perdurabilidad de nuestra identidad, y un ejemplo de esto es lo que se experimenta cuando debemos trasladarnos a otra ciudad por algun tiempo, cuando cambiamos radicalmente nuestro contexto. "¿Cambiará mi vida allí?"; "¿Perderé lo que soy, es decir, lo que opino, lo que digo, lo que hago, lo que pienso...?" son algunas de las preguntas que nos hacemos. E incuso proyectamos ese temor en los demás..."¿Habrán cambiado mis amigos cuanda vuelva?", "¿Perdurará el amor de mi novia?"...
Creemos que la identidad de los demás es tan volátil como la nuestra, que cambia con el contexto, que se mimetiza con el entorno competitivo. Si no existe actividad en nuestra vida incluso podemos morir con la sensación de ser lo que nos rodea. Es, sin embargo, en la praxis donde está la clave, al volver de un viaje, al cambiar las cosas, al intentar y fracasar, cuando nos damos cuenta de que somos algo más, por poco que conozcamos, que nuestro exterior.

Javi

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